domingo, 17 de julio de 2011

De paseo a Olmué (y almuerzo en el El Rústico)


Parte 1

Todavía se escucha como caen las gotas desde el techo, mientras el sol ilumina la calle y los árboles se mecen al ritmo suave de la brisa. Es el segundo sábado de julio. En la casa la familia se levanta y nosotros guardamos los bolsos en el auto.

Es un buen día para viajar. Los chicos están de vacaciones, la tormenta ya se acabó y yo llevo más de tres semanas sin ir al trabajo... Mañana juega la selección, el lunes presento mi proyecto de investigación. Mientras que los estudiantes siguen con las universidades tomadas.



El sol está perfecto, entibia justo lo necesario para dejarse adormilar y permitir que los pensamientos, como si tuviesen vida propia, divaguen de un rincón a otro de la mente.

Como buen paseo familiar, hay algunos que están listos antes que otros... Otros que no están listos nunca y algunos que se ponen mal genio por tanta descoordinación.

Ya llevamos una hora y media "a punto de partir"... Y sin embargo, sigue siendo un buen día para viajar.

Parte 2

En la pieza siguen el partido entre Uruguay y Argentina. En el living yo me tomo un té, reviso fotos de mis contactos en Flickr y luego escribo estas líneas

El paseo por Olmué fue todo un éxito. A eso de las tres de la tarde llegamos a un local llamado "El Rústico". Ubicado a un constado de la carretera, la mitad del local estaba al aire libre y la otra bajo un techo de lata. Las mesas eran de dos tipos: unas redondas y otras rectangulares. El ambiente lo amenizaba una banda de música andina, que entre otros temas, interpretó algunas canciones de Inti Illimani.

A un costado de las mesas, en dos hornos de barro, los cocineros preparaban kilos y kilos de carne, los que luego distribuían los mozos, dejando con la boca abierta a los comensales. Cada plato contenía una porción para dos personas, las empanadas eran del porte de un zapato y el costillar de cordero era más grande que los platos.

Yo me tomé un pisco sower y disfruté de un filete de palanca con puré de papas, el que compartí con la Josita. Miltón y la Kata compartieron un costillar de cerdo, mientras que la Maquita e Isabel comieron una generosa porción de pastel de choclo.

El aire fresco, la música en vivo y el fondo de los cerros que rodean Olmué, coronados por una blanca Campana, fueron el ambiente perfecto para comer a destajo, hasta quedar tendidos en las sillas... Con espacio suficiente solo para una leche asada de postre.

Lentamente, regocijados de tanta comida y brisa campestre, nos fuimos levantando y partimos rumbo a la Plaza de los Caballos (que a todo esto, ya no tiene caballos, sino un castillo de plástico infable donde juegan y saltan los niños pequeños), caminamos por una calle y emprendimos el regreso a casa.

Desde la pieza se escuchan los gritos por el partido de fútbol. El té lo termino de un sorbo y subo a la pieza para ver qué tanto sucede entre Uruguay y Argentina.

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