Hace casi dos meses dejé de ver noticias, de leer el diario y de escribir en el blog. Como una especie de monje con poco tiempo libre, me sumergí en lecturas propias de mi profesión.
Estoicamente, después del trabajo, partía a algún café (debo reconocer que la mayoría de las veces al Starbucks, en esos cómodos sillones iluminados, con música suave y libre de cigarrillos), donde café en mano y pastel en la mesa, me disponía a leer el texto de turno.
Por las mañanas, camino al trabajo, reemplacé la lectura del diario en la micro, por la de algún libro. En los encuentros familiares, me escabullía a alguna habitación o algún café para seguir con lo mío.
Alrededor de mi rutina monástica, amigos y familiares asentían con cierto dejo de desconfianza y un poco de admiración. "Pucha que estudia este cabro... ¿O será que prefiere leer a compartir con nosotros?".
¿El resultado de tanta lectura? Algunas buenas notas en el magíster de comunicación, pero sobretodo, retomar el gusto por las reflexiones sobre mi profesión y la lectura.
En fin, creo que las cuentas son alegres, aunque ya se siente el cansancio de iniciar el décimo mes del año.
Alternando el acto de leer, es inevitable no levantar la mirada, fijarla en un punto neutro y divagar sobre el futuro... Tantas cosas que se podrían hacer... Tantos sueños posibles. Y por acá a lo menos debiera aterrizar uno, aprovechando los espacios que nos brinda la web al menos para efectuar el acto de la expresión, aunque sea a un nivel casi íntimo, pero reconfortante.
En definitiva, un espacio para compartir, divagar e intentar reflexionar en medio de este mundo invadido de mensajes, imágenes e información continua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario