jueves, 14 de julio de 2011

Se están quedando solos


Entraron como Pedro por su casa, inflaron sus pechos y caminaron por los pasillos de la Moneda muy seguros de sí mismos. Si el éxito los acompañó en sus negocios privados, por qué la suerte no los seguiría en la administración de esta gran empresa llamada Estado. Más aún cuando las leyes de este organismo fueron creadas y sacramentadas por sus compañeros de filas allá por los años 80.

Dos misiones claras dictadas por el destino, primero el terremoto y luego el rescate de los mineros, les permitieron figurar como líderes seguros de sí, proyectando su imagen de emprendedores, ahora desde el Estado.

Pero el tiempo pasó, la contingencia se desinfló con el paso de los meses y comenzaron a hacer lo que deseaban desde un principio: gobernar como un gobierno de derecha.



Entonces hicieron aquellas cosas que les han permitido triunfar en la vida: recortar costos, inventar siglas, fomentar la inversión privada y hacer leyes sociales, pero con letra chica, algo así como la responsabilidad social de la empresa, pero esta vez desde el Estado.

Lo que no esperaban, es que aquellas personas afectadas por sus brillantes ideas de administración, libres de pensar e interpretar aquellas acciones, se manifestaran en contra; cosa que habitualmente no puede pasar en sus empresas.

Así sucedió con la idea de bajar los costos de ENAP, eliminando el subsidio al consumo de gas en Magallanes, y con la aprobación de Hidroaysen entre cuatro paredes (práctica heredada de sus predecesores concertacionistas). La gente se molestó. Y no sólo se molestó. Casi en forma espontánea comenzaron a salir a las calles, hacer consignas y levantar la voz. Tanto así que obligaron a cambiar la decisión de ENAP y a mirar con atención las marchas multitudinarias en contra del proyecto hidroeléctrico.

De ahí en adelante los pechos orgullosos comenzaron a desinflarse junto con los niveles de aprobación en las encuestas. De un 60% luego del rescate de los mineros, bajaron a un 50% tras la revuelta magallánica. HidroAysén les restó otro tanto.

Nadie en Palacio imaginó que los mismos actores que le aguaron la fiesta a Bachelet volverían en gloria y majestad 5 años después. Pero esta vez no estarían solo los secundarios. Ahora las movilizaciones las comenzaron los universitarios, les siguieron los secundarios y luego se sumaron los profesores.

Además, en esta ocasión venían con la experiencia de los diálogos infructuosos de antaño. La buena fe se agotó con las promesas incumplidas del 2006. Esta vez los estudiantes -secundarios y universitarios- no están dispuestos a bajarse por mesas de diálogo, política de puertas abiertas y ese tipo de cosas. En esta ocasión la apuesta es por medidas concretas. Tanto así que lograron un propuesta del Ministro de Educación, y la rechazaron. Dos semanas después, fue el mismo presidente quien comunicó una propuesta por cadena nacional. Y adivine qué... También la rechazaron.

Hace tres semanas Lavín acusaba a los dirigentes de ser una minoría que no representaba la voluntad de los estudiantes... Hoy Lavín no alcanza el 50% de aprobación, Piñera no llega al 40%... y entonces uno se pregunta... Bueno... ¿Dónde está la minoría?

La minoría está en Palacio, tratando de persuadirnos de que este modelo nos conviene a todos... Pero ya no les cree nadie. Se están quedando solos. Y en esta soledad no les ha quedado más que negociar, haciendo uso de sus mejores herramientas de persuasión, pero sin lograr captar la simpatía de los ciudadanos.

El tono altivo de los discursos se va volviendo más humilde y, por lo visto, se están viendo obligados a reinventarse, o morir en el intento. Mientras la ciudadanía fluye espontánea al ritmo Thriller, se eleva por los aires y sonríe feliz de encontrarse a sí misma.

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