Al ver las fotografías de Antonio Quintana dan ganas de pararse y salir con cámara en mano a captar imágenes de esas situaciones cotidianas que nos acompañan mientras viajamos en una micro, caminamos por una calle o vamos de compra a la Feria (así con mayúscula, como la institución horizontal, popular y contemporánea que se mantiene por años de años, en silencio, pero firme ante supermercados, malls y multitiendas).
Ver Valparaíso y Chile desde la retina de Antonio nos permite viajar a un mundo en blanco y negro, donde las cosas en política eran claras, las clases sociales marcadas y el sujeto popular, objeto de un discurso que lo enaltecía como sostén de la riqueza chilena. Asunto que Quintana, más allá de su militancia política, logra retratar con maestría.
La altivez del niño que vende diarios (Canillita, 1946), la estampa de los hombres viendo pasar el tiempo sobre su sandalias y bajo sus ponchos (Día Domingo, 1959) o la mirada al horizonte del obrero que controla una grúa al aire libre (Operador de Grúa, 1938); son claros ejemplos de la capacidad del fotógrafo para retratar la realidad desde una mirada respetuosa y maravillada de la vida cotidiana, pero particularmente del mundo popular.
Además, por su formación profesional como químico, Quintana se caracterizó por experimentar diversas formas de revelar los negativos, así como utilizar distintos soportes, entre los que se destacaron unas gigantografías donde aparecen retratadas las manos de distintos obreros y trabajadores de Chile. De hecho, una de estas fotos fue la portada del álbum de Víctor Jara llamado "Pongo en tus manos abiertas".
Las imágenes de este maestro de la fotografía llaman a movilizarse. Y eso fue lo que sentimos con un grupo de amigos cuando nos aproximamos a este personaje a través del ramo de fotografía de la carrera de periodismo. Humildemente tomamos nuestras cámaras heredadas de nuestros padres (en mi caso un Yashika de los años 70) y partimos a retratar cerros, calles y personas del puerto de Valparaíso, sólo que en los años 90, cuando sólo nosotros (y algunos más) aun veíamos las cosas en blanco y negro.
Diez años después, esas fotos se ven lejanas y claras, como las ideas que las movieron y los referentes que las formaron a la distancia. Entre ellos, Antonio Quintana, un imprescindible.
Ver Valparaíso y Chile desde la retina de Antonio nos permite viajar a un mundo en blanco y negro, donde las cosas en política eran claras, las clases sociales marcadas y el sujeto popular, objeto de un discurso que lo enaltecía como sostén de la riqueza chilena. Asunto que Quintana, más allá de su militancia política, logra retratar con maestría.
La altivez del niño que vende diarios (Canillita, 1946), la estampa de los hombres viendo pasar el tiempo sobre su sandalias y bajo sus ponchos (Día Domingo, 1959) o la mirada al horizonte del obrero que controla una grúa al aire libre (Operador de Grúa, 1938); son claros ejemplos de la capacidad del fotógrafo para retratar la realidad desde una mirada respetuosa y maravillada de la vida cotidiana, pero particularmente del mundo popular.
Además, por su formación profesional como químico, Quintana se caracterizó por experimentar diversas formas de revelar los negativos, así como utilizar distintos soportes, entre los que se destacaron unas gigantografías donde aparecen retratadas las manos de distintos obreros y trabajadores de Chile. De hecho, una de estas fotos fue la portada del álbum de Víctor Jara llamado "Pongo en tus manos abiertas".
Las imágenes de este maestro de la fotografía llaman a movilizarse. Y eso fue lo que sentimos con un grupo de amigos cuando nos aproximamos a este personaje a través del ramo de fotografía de la carrera de periodismo. Humildemente tomamos nuestras cámaras heredadas de nuestros padres (en mi caso un Yashika de los años 70) y partimos a retratar cerros, calles y personas del puerto de Valparaíso, sólo que en los años 90, cuando sólo nosotros (y algunos más) aun veíamos las cosas en blanco y negro.
Diez años después, esas fotos se ven lejanas y claras, como las ideas que las movieron y los referentes que las formaron a la distancia. Entre ellos, Antonio Quintana, un imprescindible.