"Acostumbrado cuando iba al centro a sentarse en uno de los bancos del Paseo Ahumada, interesado en observar al público que confluía y en cuyos rostros, como se daba cuenta, imperaba en su mayoría un vago sentimiento de pesadumbre. Le interesaba, en fin, junto con caminar por los lugares del pasado, seguir a la gente con la mirada, sin otro propósito que indagar en ella, saber lo que desconocía de esta."
Compases al Amanecer, Gernán Marín
El último libro de Germán Marín es protagonizado por sujetos opacos, enredados en la historia de Chile, puestos en jaque por las circunstancia cotidianas, lejanos del deber ser (político, ideológico, emocional) y más cercanos a la torpeza de la imperfección humana.
Las voces que surgen desde "Compases al Amanecer" están cruzadas por la resignación y la tristeza. Los personajes circulan por las calles de Santiago, hoteles, bares y habitaciones, solos y derrotados. Ya sean de un bando o de otro, la suma de nuestra historia es representada como un resultado opaco.
En la feria, en la micro o en algún bar, perfectamente me puedo cruzar con alguno de estos personajes... De hecho, luego de leer las historias, no cuesta nada buscar estos rostros imaginarios en algunos de los ciudadanos con los que nos cruzamos a diario en nuestros desplazamientos urbanos, de la casa al trabajo o viceversa.
La diferencia está en que Marín cuelga historias tras esos rostros. Historias que entrelazadas van dando rasgos de una historia mayor que marcó a sangre y tedio la vida cotidiana de muchos chilenos.
Compases al Amanecer, Gernán Marín
El último libro de Germán Marín es protagonizado por sujetos opacos, enredados en la historia de Chile, puestos en jaque por las circunstancia cotidianas, lejanos del deber ser (político, ideológico, emocional) y más cercanos a la torpeza de la imperfección humana.
Las voces que surgen desde "Compases al Amanecer" están cruzadas por la resignación y la tristeza. Los personajes circulan por las calles de Santiago, hoteles, bares y habitaciones, solos y derrotados. Ya sean de un bando o de otro, la suma de nuestra historia es representada como un resultado opaco.
En la feria, en la micro o en algún bar, perfectamente me puedo cruzar con alguno de estos personajes... De hecho, luego de leer las historias, no cuesta nada buscar estos rostros imaginarios en algunos de los ciudadanos con los que nos cruzamos a diario en nuestros desplazamientos urbanos, de la casa al trabajo o viceversa.
La diferencia está en que Marín cuelga historias tras esos rostros. Historias que entrelazadas van dando rasgos de una historia mayor que marcó a sangre y tedio la vida cotidiana de muchos chilenos.
Comentario a parte merece el cuidado en el diseño de la portada, con una fotografía de Sergio Larraín efectuada en el Valparaíso de 1967, a lo que se suma un estampado de papel mural en blanco y negro en las solapas, lo que acentúa el aire melancólico y ausente de los protagonistas del relato, esta vez en forma gráfica.
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